Después de ocho años sin participar en ningún concurso, volví a participar y he sido premiado.
sábado, 28 de septiembre de 2024
«Aroma a flaó», (que transcurre en Sant Antoni de Portmany) premiado en la Revista Zenda
Después de ocho años sin participar en ningún concurso, volví a participar y he sido premiado.
viernes, 2 de agosto de 2024
Los jueces, los golpistas del siglo XXI (inspirado en «El proceso de Kafka»)
Ocurrió en Bolivia contra Evo Morales, en Brasil contra Lula, ha ocurrido más reciemente en Perú contra Pedro Castillo. En España los jueces junto con la policía "patriótica" y el gobierno de Rajoy, actuaron como golpistas contra personas y organizaciones de izquierdas, logrando sus objetivos: Podemos, Pablo Iglesias, Ada Colau, Juan Carlos Monedero, Mónica Oltra... La historia se repite cada cada dos por tres, ahora el objetivo es acabar con el gobierno de Pedro Sánchez...
En una sala oscura y opresiva, la atmósfera estaba cargada
de incertidumbre y temor. El juez Juan Carlos Despeinado se encontraba en el
centro de la sala, rodeado por figuras sombrías que parecían emerger de las
sombras mismas. Era un despacho extraño, sin ventanas ni relojes, donde el
tiempo y la justicia parecían suspendidos en un limbo impenetrable, algo que
dejaba claro un crucifijo con un retrato de Francisco Franco a un lado y de
José Antonio Primo de Rivera al otro.
Al fondo de la sala, detrás de un enorme escritorio de
madera carcomida por el tiempo, estaba el juez. Aunque su presencia era
omnipotente, nunca se dejaba ver. Sin embargo, la llegada de una mujer de edad
indeterminada lo hizo salir de su escondite. Su figura emergió tras una pesada
cortina de terciopelo negro, y su voz resonó profunda y distante, como si
proviniera de las profundidades de un abismo insondable. Casi nadie había visto
jamás su rostro, pero todos sentían su autoridad incuestionable.
La mujer, de ojos erráticos, lo miró con severidad,
señalando varios archivos que estaban sobre la mesa, todos numerados
extrañamente con el mismo número: «7291».
—¿Todavía no los has quemado? —preguntó la mujer con voz
sombría.
A su lado aparecieron dos hombres, uno sosteniendo su cabeza
en las manos y otro con gafas, que llevaba las manos encadenadas con un candado
en el que se leía una extraña leyenda en latín: "Non son presidente porque
non quero" (No soy presidente porque no quiero).
El candado, en lugar de llave, llevaba la misma numeración
que los archivos. Los dos hombres, escoltas de la mujer, tenían el rostro
inexpresivo, aunque, si se los miraba fijamente, se podía adivinar el terror en
sus ojos, en los que se reflejaba la figura de la mujer.
—No se puede quemar, estamos en un estado de derecho. No me
puedo jubilar hasta que los resuelva y tengo setenta años…
—Hay cosas más importantes que hacer —señaló la mujer al
hombre con la cabeza en las manos—. Esos papeles hay que anularlos, su señoría
debe anunciar un proceso contra el gobierno, de lo contrario se verá peor que
ese —señaló la aterrorizada cabeza sobre las manos del guardián Pablo—. Él se
atrevió a desafiarme.
—Y yo no soy presidente porque no quiero…—dijo el otro
guardaespaldas.
—¡Cállate, Marcial! Que si no eres presidente es porque a mí
no me da la gana, que ya ha dicho el alcalde de Camuñas que eres un payaso…
—A ver, señor Despeinado, tiene que procesar al presidente…
—No puedo, está aforado —contestó temeroso el juez, sin
atreverse a mirar a la mujer.
—Pues, vamos a ver. ¿A su mujer? Por ejemplo, ella no está
aforada…
—¿Con qué pruebas? La UCO ha dicho que no hay nada…
—Señor Despeinado, ¿no querrá que me suelte la melena?
—amenazó la mujer señalando de nuevo a la cabeza que no estaba sobre sus
hombros.
—Necesitaré algún tipo de pruebas…—titubeó el juez, buscando
refugio detrás de las cortinas.
—Eso está fácil, le digo a mi amigo Eduardo y algún vocero a
sueldo que se invente algo, o insinúe cualquier cosa y adelante.
—¿Cualquier cosa, qué? —volvió a cuestionar el juez.
—¿Qué importa? No hace falta ni pruebas ni nada, solo
moverlo en el juzgado, y sobre todo en los periódicos y televisiones. Ya se
encargarán Ana Conda Quintana, Gusana Grisó, Pablo Amotos y otros de darles
bombo. ¡Ah!, y citas también al presidente.
—No puedo…
—No puedo, no puedo. Me da lo mismo lo que puedas o no, eres
el juez y dictas las leyes o te las inventas, pero es de esto de lo que se debe
hablar y no de esos viejos que de todas maneras se iban a morir igual, y menos
de mi novio… ¿Entendido? —señaló de nuevo la cabeza sobre las manos de su
antiguo amigo.
—Como ordene, su funesta majestad. Así se hará…
Comenzó el proceso, sin pruebas ni información a las partes
de las razones por las que serían acusados y condenados. Silenciosos y
sigilosos, se movían como sombras furtivas periodistas a sueldo y funcionarios
judiciales. Sus rostros estaban cubiertos por capuchas negras, y solo se
vislumbraban sus ojos fríos y calculadores. Eran los encargados de llevar a
cabo las condenas, de materializar la justicia abstracta y distante del
tribunal. Lo importante era que todo el mundo supiera que se había iniciado un
proceso judicial contra la mujer del presidente.
En las televisiones, radios y periódicos no se hablaba de
otra cosa, ni siquiera de los millones que se habían llevado de comisiones,
tampoco de aquel extraño número que aparecía en los expedientes numerados con
el 7291, que terminarían desapareciendo. Por supuesto, nada del novio de su
terrorífica majestad…
La audiencia transcurría en un silencio sepulcral, roto
únicamente por los murmullos inaudibles del juez. Los procesados se sentían
atrapados en un juego cruel y absurdo, donde las reglas les eran desconocidas y
las esperanzas de justicia, inexistentes. Sus argumentos se desvanecían en el
aire espeso de la sala, y cada palabra suya parecía hundirlos más en el abismo,
pasando de testigos a imputados sin llegar a saber las razones del juez.
El gallego, que llevaba la leyenda: "Non son presidente
porque non quero", hablaba de escándalo, de un insulto a la democracia,
una vergüenza para la sociedad, y de la necesidad de convocar elecciones; pero
todo eso mirando a la siniestra mujer que llevaba tatuado en su brazo el mismo
número del expediente: 7291.
—Acuérdate, que la presidenta seré yo. Que tú no serás
presidente porque yo no voy a querer…
©Paco Arenas a 30 de julio de 2024
Don Quijote y los que queriendo insultar a madre ajena, insultan a la propia
—Botarate ¿Por qué gritas tan desaforado mentando a tu madre
de esa forma?
—Viejo, no te metas en esto, que no es a mi madre a la que
miento.
—De tu boca sale estiércol cada vez que insultas a alguien
mentándole a su madre, y aunque no lo pretendas y ella sea una santa, ese
insulto va para la madre que te parió, que en lugar de darte de mamar leche, te
dio boñigas de vaca con diarrea…
—Me gusta la fruta, es lo que he dicho.
—No. Has dicho hijo de... No voy a ensuciar mi boca con tan
grosera palabra, pues cada uno echa por la boca lo que mamó.
—Soy español, y amo a España y tú eres un viejo chocho.
—Te equivocas. Hasta la palabra español, al salir de tu
boca, suena como un escupitajo y apesta a vómito agrio de tiempos de la
dictadura…
—Estoy en contra de la dictadura, por eso llamo hijo…
—¡Chis! Piensa que tu madre te puede oír y se avergüenza de
ti, por no tener vergüenza ninguna…
—Quería decir hijo de
fruta…
—Nadie es hijo de un membrillo, ni siquiera tú que gritas
sin razón que eres español y que esto es una dictadura… ¿Sabes acaso lo que es
una dictadura?
—¿Ya estamos con las batallitas del abuelo Cebolleta?
—No. En la dictadura, si tú le decías al dictador hijo de
fruta, te pasabas en la cárcel el resto de tus días o peor aún…
—Viejo, no me cuentes cuentos, que ya me los contaba mi
abuelo…
—¿Y qué le pasó a tu abuelo?
—¿Qué te importa a ti?
—Veo que te emocionas, mira, si al final vas a tener corazón
y todo. Tu abuelo, yo lo sé, fue uno de los 7.291 ancianos que murieron
abandonados durante la pandemia, precisamente por orden de quien ayer insultó a
la madre que le parió.
—¿Y tú cómo sabes que fue mi abuelo uno de esos siete mil
viejos?
—¡Mírame! Soy don Quijote de la Mancha y lo sé todo…Anda,
tira a tu casa, que tus padres están avergonzados de verte por televisión
gritando como si fueras un energúmeno…
—¿Y España, qué…?
—España es diversa y plural y solo los intolerantes que no
aceptan la democracia, a no ser que gobiernen ellos, son quienes prostituyen su
sagrado nombre. Esos que roban de las arcas públicas, los que se llevan a los
paraísos fiscales, esas empresas que cambian su sede al extranjero para pagar
menos impuestos… o esos jueces a sueldo que llevan más años caducados que los
yogures de Cañete… Vosotros con vuestros gritos…
—Mira, por ahí viene mi madre…¿qué hace? ¿Se quita la
zapatilla? ¿No se da cuenta de que está la calle llena de cristales de botellas
rotas? Se ha cortado…
—Pero viene a por ti…
—No, te equivocas. Viene a unirse a la protesta. ¡Ay, ay,
ay! ¡Mamá!, no me pegues que me da vergüenza…
—La que no tienes…—respondió la madre, sin parar de darle con la zapatilla en el
trasero. ¡Anda, cazurro! Para casa, que
la cena se enfría y Roig nos volverá a subir la leche, de tan agria que la
tienen.
© Paco Arenas, sus libros y relatos... 16 de noviembre de
2023
lunes, 15 de julio de 2024
Sobre textos apócrifos y otras zarandajas atribuidas a Cervantes
Porque has de saber, amigo Sancho, que habrá más textos
apócrifos que estrellas en el cielo. Siempre habrá falsarios con pluma grosera
que busquen hacer pasar fingidos párrafos de latín vulgar por el más ilustre y
refinado latín, al igual que aquel vendedor de indulgencias del Lazarillo de
Tormes.
No fue solo el de Avellaneda quien buscó vender jamelgo viejo
como si fuera bello alazán.
No ha de extrañarte que algunos sean incluso
ingeniosos, como estos:
«Ladran, señal de que cabalgamos.»
«Lucho contra tres gigantes: el miedo, la injusticia y la
ignorancia.»
Otras que huelen a tocino aún más rancio que ese
queso que se da para hacer creer que el vino acedo es de buena crianza:
«Querido Sancho: Compruebo con pesar cómo los palacios son
ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de los reyes,
pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo
que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y
corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin
saber que los piratas solo reparten entre piratas.»
También alguna que halaga con gracia a las
mujeres:
«Porque has de saber, Sancho, que las mujeres son la más
perfecta de las creaciones divinas. Que aunque son más hermosas que las flores,
las estrellas y la luna llena juntas, son fuertes como el acero de mi lanza.
Por eso, Sancho, es menester entre los caballeros que debemos estar prestos a
sus privaciones, amarlas, cuidarlas como a la niña de tus ojos, porque nuestro
mundo sin ellas, no cabe la menor duda, estaría completa e irremediablemente
perdido, pues ellas, Sancho, son la fuerza de la vida y el motor que impulsa
nuestra existencia.»
Luego están quienes traducen al castellano actual lo que
sobradamente se entiende, alterando el sentido y la palabra o cercenando la
obra, curiosamente a cargo de escritores de gran prestigio.
Y siempre, siempre, quienes queriendo honrar la memoria de
Miguel de Cervantes, como este que escribe, se atreven a nuevas aventuras
quijotescas, pero siempre firmando con su nombre lo escrito, no engañando a
nadie que no quiera ser engañado, y que posiblemente, don Miguel de Cervantes
apedrearía al intruso por el atrevimiento.
Esperando la indulgencia de quien lea mis relatos,
quijotescos o no...
miércoles, 10 de julio de 2024
Don quijote y Sancho sobre polémicas estériles el nombre de nuestra lengua y otras cuestiones dignas de contar
Con todo esto volvieron caballero y escudero al camino real
y siguieron por él a la ventura, sin otro designio alguno. Yendo, pues, así
caminando, dijo Sancho a su amo:
—Señor, ¿quiere vuestra merced darme licencia que departa un
poco? Que desde que me puso aquel áspero mandamiento del silencio, se me han
podrido más de cuatro cosas en el estómago, y una sola que ahora tengo en el
pico de la lengua no querría que se malograse.
—Dila —dijo don Quijote— y sé breve en tus razonamientos,
que ninguno hay gustoso si es largo.
—Digo, pues, señor —respondió Sancho—, ahora que sé que no
debo decir regoldar sino eructar, que al galillo, donde a veces el vino desvía
su camino, provocando que el badajo de la campanilla se ponga a repicar y lo
deba llamar úvula, sabiendo que lo que tengo entre la mano y el brazo, ya no es
gobanilla, sino que como las muñecas de Alamillo las tengo que llamar…
—Sancho, te he dicho que seas breve y llevas varias
cuestiones a colación como si no hubiera un mañana.
—No soy fraile que deba guardar castidad con la lengua, y no
teniendo otro con quien dar casquera que a mi borrico, que solo sabe rebuznar,
con alguien me tendré que desahogar… Acompañar en aventuras por determinar a un
mudo es como vagar en los desiertos o pastar con las ovejas, que al menos dicen
beeee, beeee…
—Anda calla, y habla ya.
—¿Callo o hablo? Aclárese, señor don Quijote.
—Escupe, no vaya a ser que te salga la amarga bilis por la
boca —dijo don Quijote alzando las manos al cielo, pidiendo al Altísimo
paciencia.
—No es menester que comience con lo del galillo, la
gobanilla y el regüeldo, no vaya a ser que se le agrie a vuestra merced el vino
que no ha bebido y le entren ardores —dijo sarcástico Sancho, sabiendo que se
había salido con la suya y sin conceder el levantamiento del silencio impuesto,
podía ya hablar.
—No, la memoria me llega todavía… —exasperado don Quijote—.
Sigue por donde lo dejaste.
—Si lo dicho ayer era lengua castellana, lo que debo decir
hoy: eructar, úvula o muñeca, y a lo que ayer era duz, debo llamarlo dulce, al
pernil jamón, a los calzones pantalones, y si Rocinante fuera yegua, y Rucio,
el borrico que es, en un día de celo, no tendrían acémilas, sino mulas… asaz
hartazgo me produce tanto cambio…
—Bastante harto me tienes ya con tus galimatías… ¿A dónde
quieres ir a parar?
—Que si a esa lengua debemos llamarla castellana como
siempre, o tal vez española, si cambian las palabras, ¿por qué no el nombre y
hasta los significados?
—Sancho, gente hay que la llama española ya, pero estamos en
Castilla y en España otras lenguas existen, tan españolas como la castellana…
—O sea, que cada uno la nombre como le dé la real gana…
—Tampoco es eso, amigo Sancho, allende de los mares la
llaman de las dos maneras, aquí es donde hay más disputa y hasta a garrotazos
he visto darse garrotazos en el cogote por tan banal pelotera… En Francia
llaman francés al provenzal, en Italia al dialecto toscano italiano…
—En ese caso, admirado don Quijote, aquí deberíamos…
—No, amigo Sancho. No es tan simple, los españoles somos más
complejos, y lo mismo que te he dado otros ejemplos, te diré que nadie llama
británico al inglés, siendo que el inglés es solo la lengua de uno de los
países que conforman la Gran Bretaña, donde está el galés y el escocés, por no
mencionar al irlandés… No es tan simple, no… Aquí las mujeres tienen dos
apellidos y no pierden el suyo, en los países extraños pasan a llamarse como su
esposo, sea santo o demonio…
—Sobre eso quería sacar a colación otra cuestión…
—Te doy la mano y pasas por todo el brazo, saltando de la
clavícula a la escápula de un salto…
—¡Jejejeje! —ríe Sancho— Lleva razón vuestra merced, pero si
no lo saco, va a ser a mí a quien le va a entrar acidez.
—Saca, saca, que comienzo a encontrar sustancia en estas
desabridas lentejas, que ni un hueso de espinazo o esternón llevaban. Eran
viudas y no muy alegres, apenadas diría yo…
—Y tan apenadas, al menos tiernas estaban. Volviendo al
tema. Y digo yo, y no son palabras mías, que son de mi Teresa, que la lengua se
debería adecuar un poco más a la mujer y su natural género… Si digo por ahí
vienen cuatro jóvenes, vengan tres mozas y un mozo, ¿debo decir que vienen
cuatro muchachos, aunque solo uno lleve colgajo?
—Así lo dicen las reglas de la lengua…
—Pero, a ver si me entiendo, si esas tres mozas son rameras,
y él es un proxeneta, ¿debo decir tres zorras y un zorro, o a él le llamaremos
de otro modo?
—Me pillas en renuncio, amigo Sancho, pero te voy a dar mi
opinión: El idioma castellano es muy injusto con la condición de las mujeres.
En el trono se sienta el rey y la reina, en la trona defecan los dos. En tu
casa gobierna Teresa, y es la gobernanta de tu hacienda, pero si tú llegas a
gobernador, ¿por qué ella no puede ser la gobernanta? Sobre el suelo pisa la
suela, por mucho que algunos no quieran. Un hombre público debería tener el
mismo significado que si la mujer es pública, si el zorro es astuto, la zorra
debería tener igual significado. Si algo es insoportable, ¿por qué ha de ser un
coñazo si cuando algo es fantástico es cojonudo? Sin duda, amigo Sancho, el
lenguaje castellano o español, debería adaptarse a los nuevos tiempos y los
Académicos de Argamasilla deberían tomar buena nota sobre esas cuestiones…
—Claro, claro, si el nombre de las palabras cambia, también
los significados, que vos me llamáis villano, y villanos son todos los nacidos
en Madrid y también en Pinarejo, no solo los poca ropa y las Justicia…
—Eso es otra cuestión, amigo Sancho, ahí ya entraríamos en
birretes y togas y a esos siempre se debe ir con los maravedíes por delante, ¿Qué
digo? Con escudos de oro y reales de a ocho.