sábado, 28 de septiembre de 2024

«Aroma a flaó», (que transcurre en Sant Antoni de Portmany) premiado en la Revista Zenda


 Después de ocho años sin participar en ningún concurso, volví a participar y he sido premiado.

Ganador y finalistas del concurso de relatos Días inolvidables El ganador del concurso de relatos #díasinolvidables, organizado por Zenda y patrocinado por Iberdrola, es Antonio Iniesta Ortuño, autor del relato ‘El pasadizo’, premiado con 1.000 euros. Los dos finalistas del certamen, en el que han participado un total de 491 historias, son Jesús Gella Yago —autor de ‘Los veranos sin Lope’— y Francisco Martínez López (Paco Arenas—autor de ‘Aroma a flaó’—, que recibirán por su parte 500 euros cada una. El jurado ha valorado la calidad literaria y la originalidad de los textos presentados.

 El jurado es  de lujo, ha estado formado por Juan Eslava Galán, Juan Gómez-Jurado, Espido Freire, Paula Izquierdo y Miguel Munárriz.
El relato se puede leer en el enlace de ZENDA



viernes, 2 de agosto de 2024

Los jueces, los golpistas del siglo XXI (inspirado en «El proceso de Kafka»)

 

Ocurrió en Bolivia contra Evo Morales, en  Brasil contra Lula, ha ocurrido más reciemente en Perú contra Pedro Castillo. En España los jueces junto con la policía "patriótica" y el gobierno de Rajoy, actuaron como golpistas contra personas y organizaciones de izquierdas, logrando sus objetivos: Podemos, Pablo Iglesias, Ada Colau, Juan Carlos Monedero, Mónica Oltra...  La historia se repite cada cada dos por tres, ahora el objetivo es acabar con el gobierno de Pedro Sánchez...  



En una sala oscura y opresiva, la atmósfera estaba cargada de incertidumbre y temor. El juez Juan Carlos Despeinado se encontraba en el centro de la sala, rodeado por figuras sombrías que parecían emerger de las sombras mismas. Era un despacho extraño, sin ventanas ni relojes, donde el tiempo y la justicia parecían suspendidos en un limbo impenetrable, algo que dejaba claro un crucifijo con un retrato de Francisco Franco a un lado y de José Antonio Primo de Rivera al otro.

 

Al fondo de la sala, detrás de un enorme escritorio de madera carcomida por el tiempo, estaba el juez. Aunque su presencia era omnipotente, nunca se dejaba ver. Sin embargo, la llegada de una mujer de edad indeterminada lo hizo salir de su escondite. Su figura emergió tras una pesada cortina de terciopelo negro, y su voz resonó profunda y distante, como si proviniera de las profundidades de un abismo insondable. Casi nadie había visto jamás su rostro, pero todos sentían su autoridad incuestionable.

 

La mujer, de ojos erráticos, lo miró con severidad, señalando varios archivos que estaban sobre la mesa, todos numerados extrañamente con el mismo número: «7291».

 

—¿Todavía no los has quemado? —preguntó la mujer con voz sombría.

 

A su lado aparecieron dos hombres, uno sosteniendo su cabeza en las manos y otro con gafas, que llevaba las manos encadenadas con un candado en el que se leía una extraña leyenda en latín: "Non son presidente porque non quero" (No soy presidente porque no quiero).

 

El candado, en lugar de llave, llevaba la misma numeración que los archivos. Los dos hombres, escoltas de la mujer, tenían el rostro inexpresivo, aunque, si se los miraba fijamente, se podía adivinar el terror en sus ojos, en los que se reflejaba la figura de la mujer.

 

—No se puede quemar, estamos en un estado de derecho. No me puedo jubilar hasta que los resuelva y tengo setenta años…

 

—Hay cosas más importantes que hacer —señaló la mujer al hombre con la cabeza en las manos—. Esos papeles hay que anularlos, su señoría debe anunciar un proceso contra el gobierno, de lo contrario se verá peor que ese —señaló la aterrorizada cabeza sobre las manos del guardián Pablo—. Él se atrevió a desafiarme.

 

—Y yo no soy presidente porque no quiero…—dijo el otro guardaespaldas.

 

—¡Cállate, Marcial! Que si no eres presidente es porque a mí no me da la gana, que ya ha dicho el alcalde de Camuñas que eres un payaso…

 

—A ver, señor Despeinado, tiene que procesar al presidente…

 

—No puedo, está aforado —contestó temeroso el juez, sin atreverse a mirar a la mujer.

 

—Pues, vamos a ver. ¿A su mujer? Por ejemplo, ella no está aforada…

 

—¿Con qué pruebas? La UCO ha dicho que no hay nada…

 

—Señor Despeinado, ¿no querrá que me suelte la melena? —amenazó la mujer señalando de nuevo a la cabeza que no estaba sobre sus hombros.

 

—Necesitaré algún tipo de pruebas…—titubeó el juez, buscando refugio detrás de las cortinas.

 

—Eso está fácil, le digo a mi amigo Eduardo y algún vocero a sueldo que se invente algo, o insinúe cualquier cosa y adelante.

 

—¿Cualquier cosa, qué? —volvió a cuestionar el juez.

 

—¿Qué importa? No hace falta ni pruebas ni nada, solo moverlo en el juzgado, y sobre todo en los periódicos y televisiones. Ya se encargarán Ana Conda Quintana, Gusana Grisó, Pablo Amotos y otros de darles bombo. ¡Ah!, y citas también al presidente.

 

—No puedo…

 

—No puedo, no puedo. Me da lo mismo lo que puedas o no, eres el juez y dictas las leyes o te las inventas, pero es de esto de lo que se debe hablar y no de esos viejos que de todas maneras se iban a morir igual, y menos de mi novio… ¿Entendido? —señaló de nuevo la cabeza sobre las manos de su antiguo amigo.

 

—Como ordene, su funesta majestad. Así se hará…

 

Comenzó el proceso, sin pruebas ni información a las partes de las razones por las que serían acusados y condenados. Silenciosos y sigilosos, se movían como sombras furtivas periodistas a sueldo y funcionarios judiciales. Sus rostros estaban cubiertos por capuchas negras, y solo se vislumbraban sus ojos fríos y calculadores. Eran los encargados de llevar a cabo las condenas, de materializar la justicia abstracta y distante del tribunal. Lo importante era que todo el mundo supiera que se había iniciado un proceso judicial contra la mujer del presidente.

 

En las televisiones, radios y periódicos no se hablaba de otra cosa, ni siquiera de los millones que se habían llevado de comisiones, tampoco de aquel extraño número que aparecía en los expedientes numerados con el 7291, que terminarían desapareciendo. Por supuesto, nada del novio de su terrorífica majestad…

 

La audiencia transcurría en un silencio sepulcral, roto únicamente por los murmullos inaudibles del juez. Los procesados se sentían atrapados en un juego cruel y absurdo, donde las reglas les eran desconocidas y las esperanzas de justicia, inexistentes. Sus argumentos se desvanecían en el aire espeso de la sala, y cada palabra suya parecía hundirlos más en el abismo, pasando de testigos a imputados sin llegar a saber las razones del juez.

 

El gallego, que llevaba la leyenda: "Non son presidente porque non quero", hablaba de escándalo, de un insulto a la democracia, una vergüenza para la sociedad, y de la necesidad de convocar elecciones; pero todo eso mirando a la siniestra mujer que llevaba tatuado en su brazo el mismo número del expediente: 7291.

 

—Acuérdate, que la presidenta seré yo. Que tú no serás presidente porque yo no voy a querer…

 

©Paco Arenas a 30 de julio de 2024

Don Quijote y los que queriendo insultar a madre ajena, insultan a la propia

 



—Botarate ¿Por qué gritas tan desaforado mentando a tu madre de esa forma?

—Viejo, no te metas en esto, que no es a mi madre a la que miento.

—De tu boca sale estiércol cada vez que insultas a alguien mentándole a su madre, y aunque no lo pretendas y ella sea una santa, ese insulto va para la madre que te parió, que en lugar de darte de mamar leche, te dio boñigas de vaca con diarrea… 

—Me gusta la fruta, es lo que he dicho.

—No. Has dicho hijo de... No voy a ensuciar mi boca con tan grosera palabra, pues cada uno echa por la boca lo que mamó.

—Soy español, y amo a España y tú eres un viejo chocho.

—Te equivocas. Hasta la palabra español, al salir de tu boca, suena como un escupitajo y apesta a vómito agrio de tiempos de la dictadura…

—Estoy en contra de la dictadura, por eso llamo hijo…

—¡Chis! Piensa que tu madre te puede oír y se avergüenza de ti, por no tener vergüenza ninguna…

 —Quería decir hijo de fruta…

—Nadie es hijo de un membrillo, ni siquiera tú que gritas sin razón que eres español y que esto es una dictadura… ¿Sabes acaso lo que es una dictadura?

—¿Ya estamos con las batallitas del abuelo Cebolleta?

—No. En la dictadura, si tú le decías al dictador hijo de fruta, te pasabas en la cárcel el resto de tus días o peor aún…

—Viejo, no me cuentes cuentos, que ya me los contaba mi abuelo…

—¿Y qué le pasó a tu abuelo?

—¿Qué te importa a ti?

—Veo que te emocionas, mira, si al final vas a tener corazón y todo. Tu abuelo, yo lo sé, fue uno de los 7.291 ancianos que murieron abandonados durante la pandemia, precisamente por orden de quien ayer insultó a la madre que le parió.

—¿Y tú cómo sabes que fue mi abuelo uno de esos siete mil viejos?

—¡Mírame! Soy don Quijote de la Mancha y lo sé todo…Anda, tira a tu casa, que tus padres están avergonzados de verte por televisión gritando como si fueras un energúmeno…

—¿Y España, qué…?

—España es diversa y plural y solo los intolerantes que no aceptan la democracia, a no ser que gobiernen ellos, son quienes prostituyen su sagrado nombre. Esos que roban de las arcas públicas, los que se llevan a los paraísos fiscales, esas empresas que cambian su sede al extranjero para pagar menos impuestos… o esos jueces a sueldo que llevan más años caducados que los yogures de Cañete… Vosotros con vuestros gritos…

—Mira, por ahí viene mi madre…¿qué hace? ¿Se quita la zapatilla? ¿No se da cuenta de que está la calle llena de cristales de botellas rotas? Se ha cortado…

—Pero viene a por ti…

—No, te equivocas. Viene a unirse a la protesta. ¡Ay, ay, ay! ¡Mamá!, no me pegues que me da vergüenza…

—La que no tienes…—respondió la madre, sin  parar de darle con la zapatilla en el trasero.  ¡Anda, cazurro! Para casa, que la cena se enfría y Roig nos volverá a subir la leche, de tan agria que la tienen.

© Paco Arenas, sus libros y relatos... 16 de noviembre de 2023

lunes, 15 de julio de 2024

Sobre textos apócrifos y otras zarandajas atribuidas a Cervantes

 



Porque has de saber, amigo Sancho, que habrá más textos apócrifos que estrellas en el cielo. Siempre habrá falsarios con pluma grosera que busquen hacer pasar fingidos párrafos de latín vulgar por el más ilustre y refinado latín, al igual que aquel vendedor de indulgencias del Lazarillo de Tormes.

No fue solo el de Avellaneda quien buscó vender jamelgo viejo como si fuera bello alazán.

No ha de extrañarte que algunos sean incluso ingeniosos, como estos:

«Ladran, señal de que cabalgamos.»

«Lucho contra tres gigantes: el miedo, la injusticia y la ignorancia.»

Otras que huelen a tocino aún más rancio que ese queso que se da para hacer creer que el vino acedo es de buena crianza:

«Querido Sancho: Compruebo con pesar cómo los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo reparten entre piratas.»

También alguna que halaga con gracia a las mujeres:

«Porque has de saber, Sancho, que las mujeres son la más perfecta de las creaciones divinas. Que aunque son más hermosas que las flores, las estrellas y la luna llena juntas, son fuertes como el acero de mi lanza. Por eso, Sancho, es menester entre los caballeros que debemos estar prestos a sus privaciones, amarlas, cuidarlas como a la niña de tus ojos, porque nuestro mundo sin ellas, no cabe la menor duda, estaría completa e irremediablemente perdido, pues ellas, Sancho, son la fuerza de la vida y el motor que impulsa nuestra existencia

Luego están quienes traducen al castellano actual lo que sobradamente se entiende, alterando el sentido y la palabra o cercenando la obra, curiosamente a cargo de escritores de gran prestigio.

Y siempre, siempre, quienes queriendo honrar la memoria de Miguel de Cervantes, como este que escribe, se atreven a nuevas aventuras quijotescas, pero siempre firmando con su nombre lo escrito, no engañando a nadie que no quiera ser engañado, y que posiblemente, don Miguel de Cervantes apedrearía al intruso por el atrevimiento.

Esperando la indulgencia de quien lea mis relatos, quijotescos o no...

©Paco Arenas a 13 de julio de 2024

miércoles, 10 de julio de 2024

Don quijote y Sancho sobre polémicas estériles el nombre de nuestra lengua y otras cuestiones dignas de contar

 





Con todo esto volvieron caballero y escudero al camino real y siguieron por él a la ventura, sin otro designio alguno. Yendo, pues, así caminando, dijo Sancho a su amo:

 

—Señor, ¿quiere vuestra merced darme licencia que departa un poco? Que desde que me puso aquel áspero mandamiento del silencio, se me han podrido más de cuatro cosas en el estómago, y una sola que ahora tengo en el pico de la lengua no querría que se malograse.

 

—Dila —dijo don Quijote— y sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo.

 

—Digo, pues, señor —respondió Sancho—, ahora que sé que no debo decir regoldar sino eructar, que al galillo, donde a veces el vino desvía su camino, provocando que el badajo de la campanilla se ponga a repicar y lo deba llamar úvula, sabiendo que lo que tengo entre la mano y el brazo, ya no es gobanilla, sino que como las muñecas de Alamillo las tengo que llamar…

 

—Sancho, te he dicho que seas breve y llevas varias cuestiones a colación como si no hubiera un mañana.

 

—No soy fraile que deba guardar castidad con la lengua, y no teniendo otro con quien dar casquera que a mi borrico, que solo sabe rebuznar, con alguien me tendré que desahogar… Acompañar en aventuras por determinar a un mudo es como vagar en los desiertos o pastar con las ovejas, que al menos dicen beeee, beeee…

 

—Anda calla, y habla ya.

 

—¿Callo o hablo? Aclárese, señor don Quijote.

 

—Escupe, no vaya a ser que te salga la amarga bilis por la boca —dijo don Quijote alzando las manos al cielo, pidiendo al Altísimo paciencia.

 

—No es menester que comience con lo del galillo, la gobanilla y el regüeldo, no vaya a ser que se le agrie a vuestra merced el vino que no ha bebido y le entren ardores —dijo sarcástico Sancho, sabiendo que se había salido con la suya y sin conceder el levantamiento del silencio impuesto, podía ya hablar.

 

—No, la memoria me llega todavía… —exasperado don Quijote—. Sigue por donde lo dejaste.

 

—Si lo dicho ayer era lengua castellana, lo que debo decir hoy: eructar, úvula o muñeca, y a lo que ayer era duz, debo llamarlo dulce, al pernil jamón, a los calzones pantalones, y si Rocinante fuera yegua, y Rucio, el borrico que es, en un día de celo, no tendrían acémilas, sino mulas… asaz hartazgo me produce tanto cambio…

 

—Bastante harto me tienes ya con tus galimatías… ¿A dónde quieres ir a parar?

 

—Que si a esa lengua debemos llamarla castellana como siempre, o tal vez española, si cambian las palabras, ¿por qué no el nombre y hasta los significados?

 

—Sancho, gente hay que la llama española ya, pero estamos en Castilla y en España otras lenguas existen, tan españolas como la castellana…

 

—O sea, que cada uno la nombre como le dé la real gana…

 

—Tampoco es eso, amigo Sancho, allende de los mares la llaman de las dos maneras, aquí es donde hay más disputa y hasta a garrotazos he visto darse garrotazos en el cogote por tan banal pelotera… En Francia llaman francés al provenzal, en Italia al dialecto toscano italiano…

 

—En ese caso, admirado don Quijote, aquí deberíamos…

 

—No, amigo Sancho. No es tan simple, los españoles somos más complejos, y lo mismo que te he dado otros ejemplos, te diré que nadie llama británico al inglés, siendo que el inglés es solo la lengua de uno de los países que conforman la Gran Bretaña, donde está el galés y el escocés, por no mencionar al irlandés… No es tan simple, no… Aquí las mujeres tienen dos apellidos y no pierden el suyo, en los países extraños pasan a llamarse como su esposo, sea santo o demonio…

 

—Sobre eso quería sacar a colación otra cuestión…

 

—Te doy la mano y pasas por todo el brazo, saltando de la clavícula a la escápula de un salto…

 

—¡Jejejeje! —ríe Sancho— Lleva razón vuestra merced, pero si no lo saco, va a ser a mí a quien le va a entrar acidez.

 

—Saca, saca, que comienzo a encontrar sustancia en estas desabridas lentejas, que ni un hueso de espinazo o esternón llevaban. Eran viudas y no muy alegres, apenadas diría yo…

 

—Y tan apenadas, al menos tiernas estaban. Volviendo al tema. Y digo yo, y no son palabras mías, que son de mi Teresa, que la lengua se debería adecuar un poco más a la mujer y su natural género… Si digo por ahí vienen cuatro jóvenes, vengan tres mozas y un mozo, ¿debo decir que vienen cuatro muchachos, aunque solo uno lleve colgajo?

 

—Así lo dicen las reglas de la lengua…

 

—Pero, a ver si me entiendo, si esas tres mozas son rameras, y él es un proxeneta, ¿debo decir tres zorras y un zorro, o a él le llamaremos de otro modo?

 

—Me pillas en renuncio, amigo Sancho, pero te voy a dar mi opinión: El idioma castellano es muy injusto con la condición de las mujeres. En el trono se sienta el rey y la reina, en la trona defecan los dos. En tu casa gobierna Teresa, y es la gobernanta de tu hacienda, pero si tú llegas a gobernador, ¿por qué ella no puede ser la gobernanta? Sobre el suelo pisa la suela, por mucho que algunos no quieran. Un hombre público debería tener el mismo significado que si la mujer es pública, si el zorro es astuto, la zorra debería tener igual significado. Si algo es insoportable, ¿por qué ha de ser un coñazo si cuando algo es fantástico es cojonudo? Sin duda, amigo Sancho, el lenguaje castellano o español, debería adaptarse a los nuevos tiempos y los Académicos de Argamasilla deberían tomar buena nota sobre esas cuestiones…

 

—Claro, claro, si el nombre de las palabras cambia, también los significados, que vos me llamáis villano, y villanos son todos los nacidos en Madrid y también en Pinarejo, no solo los poca ropa y las Justicia…

 

—Eso es otra cuestión, amigo Sancho, ahí ya entraríamos en birretes y togas y a esos siempre se debe ir con los maravedíes por delante, ¿Qué digo? Con escudos de oro y reales de a ocho.

 

 

Un relato de © Paco Arenas, escrito el 10 de julio del año 2024

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